RASGOS DE IDENTIDAD DE UN CAPELLÁN HOSPITALARIO

29.08.2018

Respecto a los aspectos legales, éstos varían de unos países a otros; desde los que son muy estrictos y sólo reconocen como capellanes a los ministros ordenados y autorizados por sus iglesias o comunidades religiosas, hasta aquellos donde cualquier persona del laicado, autorizada por una iglesia o denominación religiosa, puede acometer semejante labor de forma esporádica y sin necesidad de un reconocimiento oficial de tal quehacer. En nuestra historia los hospitales públicos no aun no cuentan con un servicio oficial de ministros de culto evangélicos, para la atención de los pacientes de dicha confesionalidad, por e para dar plena cobertura legal a la figura del "capellán protestante". Todos los capellanes y asistentes de capellán deben haber pasado unos cursos de capacitación, formación y orientación en la materia de asistencia religiosa evangélica en hospitales, centros penitenciarios y servicios públicos, y es de reseñar que las personas que quieran trabajar en dicha labor deben ser de las iglesias inscriptas en fichero de cultos y avalados por los ministros de cultos de las congregaciones locales. Pero lo que más nos interesa en estas reflexiones es examinar las características espirituales de aquellos que aspiran a servir en la capellanía evangélica hospitalaria, según nuestro entendimiento de la misma.


NUESTRAS MOTIVACIONES

Primeramente, hemos de preguntarnos por nuestras motivaciones para el servicio de capellanía. Creemos que para este ministerio, como para todos los demás, se precisa un llamamiento de servicio, una vocación asistencial específica, un carisma del Espíritu Santo, por lo que si faltan estas

características esenciales nuestro ministerio debería entonces circunscribirse a ser de apoyo a quienes Dios ha llamado a desempeñarlo, mediante nuestra intervención auxiliar, oración intercesora y nuestras aportaciones económicas, cuando éstas sean precisas.

No tengamos semejante ministerio de ayuda en poco, por cuanto la Sagrada Escritura lo especifica claramente entre quienes desempeñan los demás ministerios que Dios ha puesto en su iglesia para el beneficio del cuerpo de Cristo y de todos los hombres:

1ª Corintios 12:28: "Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas."

Aquí es interesante considerar un hecho que aporta luz al respecto de lo que venimos diciendo, y es que en el original griego la expresión que solemos traducir por "los que ayudan", es "antilépseis", literalmente "ayudas", del verbo "antilambáno", término precisamente médico, cuyo significado es "auxiliar", "socorrer", y "preocuparse por el cuidado de alguien o de algo", lo que enfatiza el sentido personal de este ministerio auxiliar necesario para el desempeño de todos los demás. Ese ministerio de ayuda es, además, imprescindible junto a todos los demás servicios cristianos, por cuanto siempre y sin excepción hay una sencilla estructura natural por la que todo servicio está siempre constituido por la ilustración de una cuerda en cuyos dos extremos hay quienes la sujetan y mantienen tensa. En un extremo están los que se ocupan de la labor propiamente dicha, en el campo de que se trate, sea pastorado, enseñanza, misiones, capellanías, etc., mientras que en el otro extremo se encuentran los que sostienen, apoyan, ayudan, auxilian e interceden. Y ambos extremos son

absolutamente imprescindibles si queremos que la cuerda esté tensa. Los que trabajan en el campo estarían desamparados y en condiciones de extremo abandono y soledad si no fuera por los que ayudan. La pastoral de los enfermos demanda un corazón sensible ante la realidad del dolor humano. Este corazón se traduce en amabilidad, generosidad, amor persistente por las almas y desprendido servicio cristiano. Se trata de un ministerio que sólo puede realizarse cuando se ha recibido el llamamiento divino para ser colaboradores del Señor en el proceso de restaurar la imagen de Dios en aquellos que precisan ayuda para poder enfrentar las dificultades y desafíos emocionales propios de atravesar el dolor y la enfermedad. Se trata de un servicio que radica en el ministerio de nuestro Señor Jesucristo quien fue enviado por el Padre Eterno para dar buenas nuevas a los pobres, liberar, sanar, consolar y dar libertad:

Lucas 4:18-19: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me has ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor"conviene aquí tener presente el origen etimológico y el uso del vocablo "cura" en nuestro castellano se usa para designar la asistencia que se presta a un enfermo, del sustantivo latino "cura", es decir, "cuidado", "solicitud". Se aplica por primera vez, que tengamos constancia, en 1330 para designar al párroco, es decir, al responsable de la parroquia, aplicándose esta denominación al presbítero que tiene a su cargo la cura de las almas o cuidado espiritual de sus feligreses. Por consiguiente, y esperando seamos capaces de superar prejuicios que responden generalmente a la ignorancia más que a realidades tangibles, la voz "cura" debería ser un referente etimológico para entender lo que se espera de todo ministro cristiano en general, y muy particularmente del encargado de capellanía y de sus asistentes o Auxiliares: La cura de almas.

LA IMPORTANCIA DE LA BUENA VOLUNTAD

En segundo lugar, creemos que la disposición y la buena voluntad, absolutamente imprescindibles como respuesta al llamamiento divino, no son suficientes para desempeñar la labor de capellanía hospitalaria, sino que debe procurarse el estudio de la teología pastoral clínica ofrecido por diversos seminarios y otros centros de formación específica, o los cursos de formación y orientación que ofrece el CEM a aquellos que han sido llamados por Dios a servir en dicha labor. Para ofrecer consejería espiritual de manera eficaz se precisa más que buenas intenciones de ayudar a los demás. Es inútil intentar sacar del agua a quien se está ahogando, si nosotros mismos no sabemos nadar.

Mateo 15:14: "Si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo."


GUARDAR SILENCIO

Ante determinados momentos de dolor es una buena lección. No hay nada que decir. Sólo acompañar, estar al lado del sufriente. Mostrarle que no está solo. El silencio bien practicado auxilia, consuela, y conforta, y no sólo al paciente, sino a sus familiares que sufren tanto o más como el convaleciente. Al principio vemos a los tres amigos de Job actuar de modo sabio, facilitando el proceso del consuelo. Pero después de pasado ese tiempo, los tres amigos deciden cambiar de manera de actuar. Optan erróneamente por interpretar la desgracia en que se halla el patriarca, y comienzan a ofrecerle soluciones simplistas, cuando lo que verdaderamente precisaba Job era lo que al principio le habían dado, es decir, cercanía, compañía y silencio. ¿Qué efecto produjeron

aquellos tres "consoladores" en Job? Lo más contrario a lo que ellos pretendieron. Veámoslo en las palabras de Job: Job 16:2: "Respondió Job, y dijo: Muchas veces he oído cosas como estas; consoladores molestos sois todos vosotros." El original hebreo emplea la voz "amal" (vocablo escrito con las consonantes 'ayin', 'mem' 'lamed'), que nuestra versión traduce por "molestos", cuyo sentido es el de todo aquello que hace "marchitarse", que "desfallece", que "agobia". Es decir, el propósito de los tres amigos de Job se vino abajo y produjo los efectos más contrarios a los que ellos pretendieron. En el texto del libro de Job hallamos después al propio Señor mostrándoles dónde había radicado su error, a pesar de su buena fe y el amor que los tres sentían por su amigo. Veámoslo en Job 42:7-8: "Y aconteció que después que habló el Señor estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros, porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job. Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job." Los tres amigos habían juzgado el comportamiento de Job, le habían atribuido despropósitos, y lo mismo habían hecho acerca del propio Dios. Por eso habían fracasado en su intento por consolar a su amigo. De ahí que este relato bíblico nos sirva para comprender que la intervención de un capellán en su consejería puede construir o destruir, edificar o demoler, sanar o hacer daño. Los resultados dependerán de las características humanas del capellán, su espiritualidad, su prudencia y su saber estar, especialmente en ocasiones en las que sólo corresponder acercarse, acompañar y guardar silencio. 

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